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Pienso
yo en medio de mi cama -en estos días pienso mucho- me busco cualquier
pregunta para mantenerme ocupada. Me pregunto por qué la comida que
probé el día anterior sabía un poco a chícharos si nunca vi ninguno en
el plato. Quiero saber cómo es que cambian de color el cielo, por qué se
llevaron al vecino y regresó desbordando de felicidad, cómo hacen esos
caramelos que regalan en todos los edificios, a qué olerá el invierno
del que leí una vez, si tendré un gato o un perro en el futuro, quién
compuso la canción que estoy escuchando, por qué me gustan las uvas,
cuándo se levanta la gente que va a trabajar, cómo se sentirá saber
exactamente lo que tienes que hacer día tras día. No, eso último no lo
pienso, aunque regresa a mí siempre, más bien siempre está ahí y quiero
ignorarlo.
Muchas
veces he logrado pasar todo el día sin tener un solo pensamiento digno
de existir; a veces es fácil si hay que ir a la reunión de amistad
semanal. Yo los escucho hablar de sus trabajos, de sus avances o de tal o
cual película nueva, y escucho un poco más y rio con ellos, muchas
veces sin querer reír, por la inercia de la situación. Y se siente bien
hacer eso, reír con todos, aunque no comprenda por qué a amigo número
uno se le hizo increíble haber cultivado un 3% más de la cosecha de
tomates esperada y que amigo número 2 lo entendiera perfectamente,
porque logró aumentar su productividad un 2.5% respecto al mes anterior,
que incluso le hicieron fiesta sus compañeros de oficina. Objetivamente
eso ni siquiera es chistoso, pero ellos ríen por muchas cosas que no
debieran y yo rio con ellos porque son mis amigos y no me hacen
preguntas incómodas y al menos creo que debería agradecerles
indirectamente eso.
De
ahí yo regreso a mi cama a pensar sin querer pensar; a veces me pongo a
ver el reloj que hay en la pared, trato de contar los segundos exactos
para cambiar de minuto al mismo tiempo, así minuto a minuto, queriendo
convertirme en un reloj humano, un reloj clon.
He
podido aguantar 2 horas 35 minutos antes de perder la concentración,
creo que me haré budista si sigo así, o fundaré una nueva religión,
recuerdo que aún no existe una religión dentro del proyecto y cada vez
me convenzo más de que ese es mi camino. Hasta que escucho ruidos que
vienen de la calle y el pensamiento se esfuma por decimoquinta vez.
Sé
que no me hace bien, pero siempre me superan las ganas de salir a ver,
veo que la gente camina ocupada y gustosa, una plaga de sonrisas en sus
rostros, siempre con un destino y un objetivo. Nunca se detienen, clones
desfilando con una misión.
Quiero ser uno de ellos.