miércoles, 6 de mayo de 2015

Onirios Pt. 1

Somos un experimento exitoso. Los científicos en la tierra tenían la teoría de que una nueva sociedad podía emerger con tan sólo hacer leves modificaciones al ADN humano. Bajo esa premisa y buscando quien ocupara las nuevas colonias espaciales emprendieron el proyecto Onirios. Utilizaron el ADN de voluntarios -principalmente de académicos y los propios científicos que lideraban el proyecto - e hicieron clones del material genético.

La manipulación genética es un campo que tiene mucho por recorrer. Los primeros intentos engendraron seres a los que no podía llamárseles humanos, eran monstruos sin conciencia -al menos eso decían los reportes- los cuales fueron incinerados al poco tiempo de confirmar su naturaleza. La segunda generación ya tenía aspecto antropomorfo, pero habían notables diferencias, la frente era considerablemente más grande de lo normal, sus ojos en extremo separados, tenían una apariencia más de sapos que de humanos, además de que eran imbéciles; pruebas hechas demostraron que tenían un CI de no más de 50. 
Ante los fracasos el proyecto casi es clausurado; sólo la casualidad, ese componente que los científicos no están tan cómodos con admitir que forma parte de algunos de sus más importantes avances, pudo devolverle el rumbo. 
Uno de los investigadores tuvo éxito con una muestra de poca viabilidad y, siguiendo el mismo método, los clones resultantes llegaron a ser idénticos a sus originales, excepto que no había nada dentro, sin memoria y perfectos para la inserción del material genético secundario. 

Como era de esperarse, en los reportes nunca se informó qué sintieron los investigadores al ver un duplicado suyo, un ser físicamente idéntico pero que podían moldear a su antojo si les era permitido, o cuál fue su reacción al presenciar las abominaciones que fueron los primeros experimentos y que salieron de su mismo material genético; fracaso y frustración dado forma física. Tales trivialidades estaban fuera del rigor científico y muy seguramente eran consideradas innecesarias. Por otro lado, uno podría cuestionarse ante este descubrimiento las cansadas preguntas de ¿Qué es el alma? y si existe ¿Dónde se localiza? ¿Cuáles son sus bordes? ¿Es transferible? y ¿Cuál es su nacimiento? Antes de eso es necesario separar conciencia, personalidad y alma. Tal vez esta última sea una combinación de las primeras dos. Aunque todos estos cuestionamientos terminan siendo un ejercicio fútil; a los científicos nunca les importó adentrarse en terrenos tan filosóficos, llenos de conjeturas y posibles ambigüedades, y a los ciudadanos aún menos les interesan las posibles respuestas, son lo que son y es todo lo que necesitan saber. Así que, alguien exactamente como nosotros, y aun así completamente distinto, está ahí abajo.  

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